Apuntes sobre Los versos de la memoria

Por Ivette Vian

Escritura hecha con lo que sucede en el corazón. Son palabras- espejo que reflejan al poeta.

            Fernández Pavón ha ido por la vida y el mundo diciendo lo suyo. Él necesita sacarse lo que lleva dentro, lo que descubre en el pozo de su corazón. Cuando abre su camisa frente al espejo, ¿qué ve?  No ve nada: Reynaldo escucha. Al brocal de su pecho mestizo (fondo del pozo) él se asoma y escucha que le hablan de lejos.

            Ojos dormidos. Ojos enormes. Ese señor que mira a media asta, en verdad va escribiendo el testimonio de su reino.  La mirada de Reynaldo se extravía en el metro de New York: porque nadie sabe que es la mirada de sus ojos.

            Quizás nadie lo supo nunca.

            Va escribiendo en el aire. Ese hombre que se desplaza sentado va volando y vuelan las grullas que se le salen entre huracanes de humo; grullas coronadas que aletean fuerte, molestan a los viajeros. Esas alas tan largas son de África, ecos de luz. Finalmente, la poesía –pájaro eterno de la quimera- se posa sobre un hombro de Reynaldo, clava sus garras en el abrigo demasiado grueso del isleño que va sentado en el tren de hielo.

            Nadie llega a saber nunca la poesía que oculta el corazón del prójimo. La descubre sólo algún semidiós que llora; resultan pocos los semidioses, son jóvenes, aunque sean abuelos de muchos nietos. A veces, es el que espanta de su hombro a la grulla, para que la madre se le pueda recostar a dormir.

            El largo pico de la grulla atrapará el instante de inmortalidad, mientras el poeta nace, vive, muere, renace siempre.    

            Al mismo tiempo que escribe o canta –que aparecen sus palabras-   lo veo a él, tocando un piano como si todo flotara. Siempre es de noche. Siempre es en La Habana. Su poesía es su verdad: antes de ser estaba en su corazón. 

            Esta vez, renace en la voz –ronca, latente- de Fernández Pavón. Porque cuando iba sentado en el metro de New York, él cantaba en el malecón habanero. Esa es la verdad verdadera. (¿Uso romántico de la Razón Musical? ¿Renacimiento constante del emigrado? La poesía.)

             ¿Cómo un sinsonte cantando en la nieve? 

              ¿Va ese pajarito de la tibieza en el tren de hielo…?  Es el renacimiento del ocaso.

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Yvette Vian Altarriba

Escritora, poeta, periodista y guionista de televisión, publicó una veintena de libros de narrativa infantil y creó numerosas series para televisión, entre las que destaca el popular espacio infantil de televisión La Sombrilla Amarilla.

Autora de una reconocida obra para niños, en que se entremezclan imaginación, gracia, humor y fantasía, a través de un discurso de raigal cubana. Ha creado igualmente, series para la televisión con gran arraigo para el público infantil.

Licenciada en Historia del Arte en la Universidad de La Habana.

Ha publicado los libros de narrativa para niños Como te iba diciendo (Universidad de la Habana, 1977), Premio 13 de marzo 1977; La Marcolina (Gente Nueva, 1987), Premio La Edad de Oro 1985; Mi Amigo Muk Kum (Gente Nueva, 1989), Premio La Rosa Blanca 1989; Casa en las Nubes (Unión, 1998), Premio La Rosa Blanca 1999; Del Abismo al zun zún (Gente Nueva, 2001), Premio La Rosa Blanca 2001; Una Vieja Redonda (Unión, 2005), Premio de la crítica literaria 2005; La Sombrilla Amarilla (Gente Nueva, 2005); La Felicidad y Jardín (Gente Nueva, 2007); Todos mis cuentos (, 2012).

Es autora también del poemario para adultos La Ley de la Verdad (Letras Cubanas, 1979), primera mención concurso 26 de julio, 1978 y primer premio concurso XX Aniversario de la Alfabetización, 1981, y de la guía turística Pinar del Río (Publicitur, 1994).

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