
La música callada de la creación.
Eniola Publishing pone a disposición de los profesores de las artes y de los artistas en general, el libro La Mística del Sonido del internacionalmente reconocido guitarrista y profesor Antonio Rodríguez Delgado, en el cual, se abordan los temas básicos que deben tenerse en consideración en la enseñanza de las especialidades correspondientes a la música y algunas categorías que de este particular pueden ser aplicables a las artes en general.
Este libro es para los penitentes activos que abren sus brazos hacia la iridiscencia de la llama multicolor de la grandeza. Cuanto el autor dijo en las primeras páginas del libro relativo a la interpretación, “El Gran Reto de la Escena y la Vida”, se sustenta en lo que se aborda en este texto. Es precisamente esta parte del tratado el cimiento de todo, y lo que soporta cuanto se haga en el arte musical, pues del mismo modo en que el espíritu sostiene al universo, la música responde al mismo principio. Por tal razón, se reflejan en La Mística del Sonido los principios fundamentales que dan origen y respuesta, a lo que significa la ilimitada expansión del hombre llamada arte.
Pocas veces coinciden en un mismo creador las dos aristas principales del arte: la expresión artística y su aprehensión estética; difícil conjunción encontrada en estos tiempos en los que la modernidad ha impuesto distinciones absurdas entre el enunciado musical y su valoración crítica, con ser dos polos de una misma expresión. Por entre vericuetos y distingos falaces de este peculiar escenario, Antonio Rodríguez Delgado salta fronteras con su libro La mística del sonido, en una inteligente y sensible reflexión de los secretos de la música, como “desarrollo indispensable de la percepción y el análisis –aclara en sus palabras preliminares- sin las cuales resulta una utopía, la comprensión de las artes y las ciencias”.
La prolija intuición del autor nos roza, de modo sutil, con dos de los conceptos esenciales que guiarán este ensayo, tal y como expresa en su preámbulo: la “capacidad de conexión” y la necesidad ineludible de “viajar hacia adentro donde se esconde y habita la persona que somos”. La capacidad de conexión, esa que nos regala el autor como guía de luz en la madeja de consideraciones que entrecruzan sus ideas, son las “correspondencias” imprescindibles para conocer la riqueza y vastedad del mundo, enlaces visibles e invisibles que arman la sinergia de razones e inspiraciones en el arte. Una vez entendida la sustancia primordial de ese mundo, engarzado a un orden elemental (correspondencias elementales de la alquimia), podremos adentrarnos en los “cuatro arcanos de la música” –tal y como nos propone el ensayista en uno de sus capítulos- que no por azar fuera la base del mundo-música pitagórico, apoyado en el tetraedro, figura perfecta del orden y la ley, es decir, la expresión visual del kosmos sustentada en los cuatro cardinales que permiten escuchar el sonido del universo, como “huella de la vibración espiritual”.
Por otro lado, el viaje hacia adentro al que nos invita Rodríguez Delgado, para silenciar “la frenética orgía que surge del reclamo incesante de los sentidos”, paso inicial de una ascesis que conducirá al éxtasis místico, semeja el itinerario interior propuesto por San Agustín como búsqueda de la verdad de Dios (la divinidad, la perfección del tetraedro, la precisa correspondencia del hombre con el Absoluto) en la fórmula del intimior intimo meo, silencio como “música callada” –ya diría San Juan de la Cruz- que es el único modo de escuchar el sonido de la creación. No hay duda alguna que la “mística del sonido” señalada como clave del misterio de la música, nos lleva a descubrir el deus absconditus que se revela a quien logre penetrar la “hondura del alma” en el libro La Mística del Sonido.