Y la gente se quedó en casa…

Este poema parece haber sido escrito para estos días en que la humanidad se encuentra en cuarentena, pero es de 1869, hace 152 años. Está tomado de “La Historia de Iza”, de Grace Ramsay, seudónimo de Kathleen O’Meara, escritora y biógrafa católica, irlandesa-francesa durante la era victoriana tardía. Era corresponsal en París de “The Tablet”, una revista británica. Los invito a leerlo para que de la sorpresa la meditación les invada.

Y la gente se quedaba en casa

Y leía libros y escuchaba.

Y descansó e hizo ejercicios

e hizo arte y jugó

y aprendió nuevas formas de ser

y se detuvo.

Y escuchó más profundamente.

Alguien meditó.

Alguien rezó.

Alguien estaba bailando.

Alguien se encontró con su sombra

Y la gente comenzó a pensar diferente.

Y la gente sanó.

Y hubo ausencia de personas que vivían

en una peligrosa ignorancia.

Sin sentido y sin corazón,

incluso la tierra comenzó a sanar.

Y cuando el peligro terminó

y las personas se encontraron,

lloraron por los muertos

y tomaron nuevas decisiones…

Y soñaron con nuevas visiones

y crearon nuevas formas de vida.

Y curaron completamente a la tierra,

justo cuando fueron sanados.

Cuando la tormenta pase

y se amansen los caminos

y seamos sobrevivientes

de un naufragio colectivo.

Con el corazón lloroso

y el destino bendecido,

nos sentiremos dichosos

tan solo por estar vivos.

Y le daremos un abrazo

al primer desconocido

y alabaremos la suerte

de conservar un amigo.

Y entonces, recordaremos

todo aquello que perdimos

y de una vez aprenderemos

todo lo que no aprendimos,

Ya no tendremos envidia,

pues todos habrán sufrido.

Ya no tendremos desidia;

seremos más compasivos.

Valdrá más lo que es de todos

que lo jamás conseguido.

Seremos más generosos

y mucho más comprometidos.

Entenderemos lo frágil

que significa estar vivos,

Sudaremos empatía

Por quien está y quien se ha ido.

Extrañaremos al viejo

que pedía un peso en el mercado,

que no supimos su nombre

y siempre estuvo a tu lado.

Y quizás aquel viejo pobre

era tu Dios disfrazado.

Nunca le preguntaste el nombre

porqué estabas apurado.

Y todo será un milagro.

Y todo será un legado.

Y se respetará la vida,

la vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pase,

te pido Dios, apenado,

que nos devuelvas mejores,

como nos habías soñado.

 

 

 

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